viernes, 30 de diciembre de 2011

Federico Barbarroja

Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1155-1190), rey de Alemania (1152-1190) y duque de Suabia (Federico III) (1147-1190). Hijo del duque Federico II de Suabia y de Judit de Baviera, sucedió a su padre en el gobierno del ducado suabo en 1147, año en que participó en la Segunda Cruzada junto a su tío, el emperador Conrado III, quien lo nombró heredero.
A la muerte de éste, en 1152, Federico Barbarroja fue designado rey de Alemania por aclamación de la Asamblea de príncipes, que vieron en él un monarca enérgico y valeroso, capaz de acabar con los enfrentamientos que, desde 1125, mantenían en todo el reino los gibelinos, partidarios de los Hohenstaufen, procedentes de Suabia, y los güelfos, seguidores de los Welf de Baviera. A fin de alcanzar la paz, Federico I, miembro de la familia Hohenstaufen, cedió a su primo Enrique el León, duque de Baviera y el más poderoso de los jefes güelfos, el ducado de Sajonia y le confió la dirección de la expansión alemana hacia el este.
La ambición del monarca, sin embargo, iba mucho más allá de las fronteras de Alemania, pues, considerándose continuador de la obra de Carlomagno y Otón I, Federico Barbarroja tenía el firme propósito de crear un imperio universal que restaurase la grandeza del Imperio Romano, para lo cual era preciso someter al Papado y a las ciudades italianas.
Con este propósito, en 1153, durante la dieta de Constanza, prometió ayudar al papa Eugenio III a sofocar la rebelión de los romanos, que, con Arnaldo de Brescia al frente, se habían constituido en municipio libre y expulsado al pontífice. Federico I entró con su ejército en Italia en 1154, y al año siguiente fue coronado en Roma emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por el papa Adriano IV, tras haber derrotado y apresado a Arnaldo de Brescia, quien murió en la hoguera como hereje.
De nuevo en Alemania, extendió sus dominios hasta los territorios de Polonia y Escandinavia y contrajo matrimonio con Beatriz, hija y heredera de Reinaldo III de Borgoña. Otra vez en suelo italiano, tomó Milán en 1158, y ese mismo año, en la dieta de Roncaglia, asumió todos los derechos de los antiguos emperadores romanos, entre ellos el de designar personalmente los cónsules de las ciudades italianas, si bien muchos municipios declararon su oposición frontal a la política imperial y el Papado le privó de ejercer estas prerrogativas en los Estados Pontificios.
Un año más tarde, la elección como papa de Alejandro III, firme defensor de la teocracia pontificia y, por tanto, de la sumisión del emperador a la autoridad papal, agravó el conflicto e impulsó a Federico I a apoyar el nombramiento, sucesivamente, de los antipapas Víctor IV (1159) y Pascual III (1164). En 1167, las ciudades del norte de Italia constituyeron la poderosa Liga Lombarda, que, tras años de lucha, logró una victoria decisiva sobre las tropas imperiales en Legnano (1176).
A raíz de esta derrota, Federico Barbarroja se vio obligado a firmar, en 1177, la paz de Venecia, por la que reconoció al papa Alejandro III –a quien hubo de someterse– y, en 1183, la paz de Constanza, en la que aceptó las libertades comunales, aunque conservó sus dominios de Toscana, Spoleto y Ancona. En la dieta de Maguncia (1188), el emperador, decidido a liberar Jerusalén, a la sazón en poder del sultán Saladino, se comprometió a encabezar la Tercera Cruzada, y así, en el año 1189 partió con tal propósito hacia Cilicia, donde murió, el 10 de junio de 1190, mientras se bañaba en el río Salef (Cydnos).


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