El nuevo matrimonio regresó a Inglaterra en 1255, dedicándose E. a los torneos y a un intento prematuro de imponer las leyes inglesas a sus vasallos galeses, lo que provocó un levantamiento que se benefició de la disputa entre el rey y sus barones en 1258, cuando los magnates forzaron a Enrique a aceptar el mandato de un concilio de barones dirigido por Simón de Montfort y Ricardo, conde de Gloucester (V. ENRIQUE III DE INGLATERRA). E. se convirtió pronto en el líder de los nobles más jóvenes que consideraban incompetente al rey, y, al mismo tiempo, egoístas a los magnates. Enrique entró en sospechas y exilió primero a E. y luego a Simón, pero en febrero de 1263 E. regresó con un ejército francés y se unió a su padre contra Simón. Juntos fueron a buscar el arbitraje de S. Luis de Francia, iniciaron la guerra contra Simón y fueron derrotados y capturados por él en Lewes, el 14 mayo 1264. Simón de Montfort gobernó entonces en nombre del rey, pero ofendió a Gilberto, el nuevo conde de Gloucester, hijo de Ricardo. E. escapó en mayo de 1265 y con ayuda de Gilberto capturó Worcester, derrotando y matando a Simón en Evesham el 4 ag. 1265. Los seguidores de éste, cuyas propiedades se había mandado confiscar, continuaron resistiendo. E., con prudente generosidad y habilidad militar, los sometió en las campañas contra Dover (octubre 1265), Winchelsea (7 mar. 1266), Kenilworth (20 dic. 1266) y la isla de Ely (tomada el 1l jul. 1267).
E. era ahora alcaide de la City y de la Torre de Londres, y el gobernante efectivo del país. El 24 jun. 1268 tomó la cruz y se dispuso a acompañar a S. Luis en la Cruzada. Embarcó en Dover el 11 ag. 1270, pero al llegar a Túnez se encontró con que S. Luis había muerto y Felipe III de Francia había hecho la paz. E. invernó en Sicilia, llegó a S. Juan de Acre, que estaba sufriendo un asedio (mayo 1271), levantó el asedio y preparó expediciones a Nazaret, Castillo Peregrino y a otros lugares, pero sin éxito. El 17 jun. 1272 fue apuñalado por un enviado del emir de Jaffa, pero se recuperó después de una operación, aunque en 1327 se rumoreó que Leonor había succionado el veneno de su herida. E. se recuperó pronto, pero no pudo conquistar ningún territorio. Concertó una tregua de 10 años con Baibars, sultán de Egipto, dejando Palestina el 15 ag. 1272. El 16 noviembre de este mismo año m. Enrique y el 20 noviembre los barones y obispos de Inglaterra juraron fidelidad a E., pero él no tuvo noticia de ello hasta más tarde en Sicilia, regresando entonces sin prisa a Inglaterra.
Reinado de Eduardo. E. visitó a Gregorio X (Orvieto, 14 feb. 1273) quien le concedió algunos impuestos eclesiásticos y prometió perseguir a Guy de Montfort, que había asesinado al primo de E., Enrique de Almain; luego participó en torneos en Chalon, rindió vasallaje a Felipe III de Francia por sus territorios en este país, procuró reprimir la rebelión de Gastón de Béarn en Gascuña (1274), hizo la paz con el conde de Flandes (julio 1274), desembarcó en Dover y fue coronado con Leonor en Westminster el 19 ag. 1274. E. era alto, de buena presencia, ancho de espaldas, de piernas y brazos largos, de pelo claro en su juventud y oscuro en su madurez, con el párpado izquierdo caído y una forma de hablar fácil, pero poco comprensible. Valiente, con gran experiencia, prudente y honrado; destacaba en la caza, en la cetrería y en los torneos; era un gobernante justo e inflexible, un entusiasta legislador que hacía cumplir las leyes manejándolas en su provecho; ejercía un gobierno fuerte a la vez que mantenía la confianza de sus vasallos, evitando las crueldades de Enrique II o de Juan.
Desde la época de éstos todo el sistema político y administrativo del reino había evolucionado enormemente: E. era capaz no sólo de controlarlo y emplearlo, sino también de ampliarlo y reformarlo, especialmente en las grandes reformas legislativas que le valieron el título del Justiniano inglés, las cuales, aunque dirigidas a definir los derechos ya existentes, llevaron a un cambio y reforzaron la monarquía. Así el 11 oct. 1274 nombró una comisión bajo Roberto Burnell, su canciller, para examinar el patrimonio real (el realengo) y las usurpaciones hechas por los nobles durante las guerras civiles. Su informe, los «Hundred Rolls», sentó las bases del Estatuto de Gloucester (1278) para reformar los señoríos y E. inició la investigación (1290) Quo warranto para determinar si las franquicias de los nobles eran debidas a una concesión o prescripción legal, mantenidas desde antes de 1189, o meramente una usurpación. Esto despertó el descontento, aunque la intención no era destruir los poderes feudales de los barones, sino mantener los del rey. La misma intención motivó otros estatutos: Viris religiosis (1279), que prohibía la enajenación de propiedades a la Iglesia sin el permiso real, con el fin de minimizar la pérdida para el rey de tales derechos feudales que le serían pagados en caso de ser laicos los feudatarios, pero no si eran clérigos; Quia emptores (1290) que prohibía la subenfeudación, pero permitía la libre sustitución, de forma que cuando se compraba unas tierras uno podía no ser ya el vasallo del vendedor (tenía que sustituirle como vasallo de su señor y pagar a este último los derechos por el feudo); y finalmente, el De donis conditionalibus que limitaba la enajenación de feudos y llevó a la creación de grandes mayorazgos.
Tales estatutos intentaban adaptar las leyes feudales a una expansión económica y al desarrollo de una economía monetaria, pero su efecto principal fue acelerar tal cambio: los derechos feudales se disminuyeron en contraste con las fortunas creadas por la especulación del suelo y la explotación señorial directa de las propiedades rurales, en las cuales el propio E. iba a la cabeza: acrecentó de tal modo el patrimonio real que durante muchos años ningún barón pudo enfrentarse con él y consultó cuidadosamente a la opinión pública en parlamentos, a los que hacía venir magnates y representantes de las ciudades y de pequeña nobleza rural. De este modo tuvo al país con él a la hora de financiar y realizar su política fuera de Inglaterra.
Conquista de Gales. Gales, que había sido dividida entre príncipes nativos y las dinastías de barones anglonormandos -proporcionando una precaria lealtad a la corona- había sufrido una guerra civil en la década de los a. 1250. En 1267 Llewelyn ap Gruffydd fue reconocido como príncipe de Gwynedd y vasallo de Enrique III, pero se negó a asistir a la corte de E. y a reparar los castillos que había destruido. E. marchó contra Gales (31 jul. 1277), capturó a Anglesey y obligó a Llewelyn a rendirle vasallaje y a entregarle las Cuatro Villas (Four Cantreds). Llewelyn se rebeló en la primavera de 1282 pero fue derrotado y muerto en Radnor el 10 dic. 1282; E. completó la definitiva conquista de Gales, guarneciendo el territorio con castillos en Conway, Caernarvon, Beaumaris y Harlech, y sometiendo el norte de Gales a las leyes administrativas y penales inglesas (Estatuto de Rhuddlan, 1284). Este fue el fin de la independencia del país de Gales (V. GALES II).
Eduardo y Francia. E. fue un leal vasallo de su primo Felipe III y de Felipe IV (v.), a quien rindió vasallaje por Gascuña el 5 jun. 1286. Hizo de mediador imparcial en la disputa entre Felipe III y Alfonso X (1275-84), y en la larga disputa entre Francia y Aragón, terminada efectivamente cuando E. negoció la paz de Canfranc (28 oct. 1288). En 1289 E. regresó a Inglaterra después de tres años en Gascuña, depuró la administración y en los órganos judiciales, expulsó a los judíos de Inglaterra (18 jul. 1290) y comenzó a preparar una nueva Cruzada para 1293; pero el 25 nov. 1290 moría su esposa Leonor en Harby, cerca de Lincoln. E. acompañó los restos hasta la abadía de Westminster donde se celebraría el sepelio, marcando con grandes cruces las etapas de la jornada. Desde entonces se encontraba agotado por su mala fortuna, exceso de trabajo y continuas crisis políticas, con lo cual no pudo dedicarse a la Cruzada. E. había previsto casar a su hijo Eduardo con Margarita, reina niña de Escocia (1286-90) y cuando murió ésta los pretendientes al trono pidieron a E. que decidiese entre ellos. Una vez le hubieron reconocido como su señor (junio 1291), eligió a Juan Balliol, que fue reconocido como rey el 30 nov. 1292 y rindió vasallaje a E. quien comenzó a recibir apelaciones de escoceses descontentos, desde los tribunales de Balliol a la corte inglesa. Balliol ofendido buscó el apoyo de Francia contra E.
Entretanto los consejeros más agresivos de Felipe IV animaban a los gascones a apelar a París desde la corte ducal de E. y aprovecharon la ocasión de una batalla naval entre marinos ingleses y normandos (15 mayo 1293) para hacer comparecer a E. ante la justicia de Felipe. Aun cuando E. deseaba negociar, le engañaron con dilaciones, le condenaron por no comparecer a juicio y le incautaron su ducado (19 mayo 1294). E. se preparó para una guerra, reclutó tropas y organizó sus alianzas en el Imperio, pero tuvo que dirigir su atención a un levantamiento en Gales, sofocado el 5 mar. 1295, y a la alianza de Balliol con Felipe. E. invadió Escocia (28 mar. 1296), capturó a Balliol y lo puso en el exilio, y sometió a Escocia a la administración de funcionarios ingleses. Entonces descubre que el clero, apoyándose en la bula Clericis laicos rehusaba pagar impuestos (1297) y que los barones no estaban dispuestos a luchar en Gascuña (1298). E. fue a Flandes con poca ayuda, consiguiendo de Felipe una alianza matrimonial, por la cual E. se casaba con la hermana de Felipe, Margarita, y eventualmente se conseguía (en 1303) la devolución de Gascuña. Luego regresó a Escocia donde William Wallace había derrotado al alcaide inglés en Stirling (11 sept. 1297). E. derrotó a Wallace en Falkirk (22 jul. 1298), tomó Stirling (1304) e hizo ejecutar a Wallace; pero Robert Bruce inició un nuevo levantamiento, siendo coronado rey en Scone (25 mar. 1306), y aunque fue derrotado, pasó a una lucha de guerrillas.
Cuando E. estaba todavía esforzándose por superar una resistencia que se iba haciendo cada vez más popular y «nacionalista», moría en Burgh-on-Sands el 7 jul. 1307, siendo enterrado en la abadía de Westminster. Tuvo de Leonor tres hijos que murieron a temprana edad, su heredero Eduardo II, y tres hijas, Juana, Margarita e Isabel. De Margarita, E. tuvo a Tomás, conde de Norfolk y a Edmundo, conde de Kent. E. ha sido justamente calificado por todos los historiadores no escoceses como el mejor rey de Inglaterra, aunque su aventura en Escocia bien pudiera haber fracasado, incluso si hubiese vivido.
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