1º: Estan los esclavos de una galera romana remando y llega el centurión y dice:
-Tengo dos noticias, una buena y una mala: La buena es que va a venir el emperador, tendreís ración doble. Y la mala es que quiere hacer esqui acuatico.
2º: Esta el general de un ejercito y llega un soldado y le dice:
- Señor, 25 barcos cartagineses vienen hacía nosotros.
- ¿Una flota?
- No señor, flotan todas.
viernes, 30 de diciembre de 2011
Las Cruzadas
Fueron unas campañas guerreras para conquistar Tierra Santa de los árabes, estas cruzadas fueron mandadas por Felipe de Francia, Ricardo de Inglaterra (Corazón de León), Leopoldo de Austria y Federico Barbarroja.
Los Templarios:
Fueron una de las Ordenes de "monjes-guerreos" que hubo en las Cruzadas, su misión era proteger a los peregrinos que viajaban a los peregrinos que viajaban a Tierra Santa y luego se convirtieron en soldados para luchar en las Cruzadas.Y eran mandados por los Maestre.
La Guerra de los 100 años
Fecha: 1337-1453
Lugar: Francia y Países Bajos
Resultado: Victoria francesa
Beligerantes:
De parte de Inglaterra: Inglaterra, Borgoña, Portugal, Bretaña( cambia de bando en 1435)
De parte de Francia: Francia, Castilla, Escocia, Genova, Corona de Aragón, Mallorca, Bohemia y Navarra.
Fuerzas en combate:
De parte de Inglaterra: 145.000
De pate de Francia: 200.000
Bajas:
De parte de Inglaterra: 59.000
La Edad Media
La edad media es un periodo histórico anterior a la edad moderna y posterior a la edad antigua, En los castillos la parte más segura era la torre del homenaje.
La edad media se divide en dos partes, la 1º es la alta edad media y la baja edad media.
La alta edad media: Los hechos históricos más
Importantes de esta parte fueron las cruzadas, las construcciones de las primeras catedrales o la guerra de los cien años.
La baja edad media: Sus hechos más importantes fueron la toma de Granada el 2 de enero de 1492 o el descubrimiento de América el 12 de octubre del mismo año que hoy en día se celebra con desfile de las fuerzas armadas en Madrid.
¿Qué fueron las cruzadas?
Fueran guerras que organizaron los ingleses, los germanos y los franceses para conquistar tierra santa de los árabes.
Los caminos de aquella época: Los caminos eran muy peligrosos porque había muchos bandidos, uno de esos caminos es el Camino de Santiago que hay mucha gente lo sigue haciendo.
La conquista de Granada: Granada la provincia que más tardo en ser reconquistada por los cristianos, tras 10 meses de guerra Granada cayó en manos de los cristianos el 2 de enero de 1492.
Cristóbal Colon: Fue un hombre muy importante
Porque descubrió América el 12 de octubre de 1492 a bordo de la Pinta, La Niña y la Santa María en la que viajaba Colon.
La inquisición española: La inquisición era una forma de ejecución que consistía en atar a una persona de espaldas en una columna y se prendía fuego a la persona.
Santiago el “matamoros”: A Santiago se le llamaba “matamoros” porque como su nombre indica mataba a los moros eso significa que participo en la reconquista cristiana. La cruz de Santiago: El escudo de Santiago era una cruz roja.
¿Cuándo empezó la edad media?
La edad media comenzó con las invasiones barbarás y acabo con la muerte de Leonardo da Vinci.
La pirámide feudal: La pirámide feudal es el orden que tenía cada persona en la edad media.
La primera parte es el rey, la segunda son los nobles, la cuarta son los soldados y los sacerdotes y la ultima son los campesinos.
El cid campeador: El nombre de este de este guerrero era Rodrigo Díaz de Vivar, era un guerrero al servicio del rey Fernando (no el católico) hasta su muerte desde entonces fue guerrero del rey Sancho, el hijo mayor del rey, luego su hermano Alfonso el hermano menor le ordeno a unos de sus soldados asesinar a su hermano para ser el rey junto a su hermana Urraca que también odiaba a su hermano, cuando el cid murió era mientras los árabes atacaban a su ejército, como los moros temian al cid y sin él su ejército estaba perdido así que subieron al cid a su caballo y los moros se marcharon.
Los reyes católicos: Eran Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, fueron los que conquistaron Granada del poder del rey árabe Boabdil y la reina Moraima.
Romances: Eran unos tipos de poesías uno de ellos podría ser el de la muerte del rey don Sancho, que sale en la parte del cid:
Sobre el muro de Zamora
Vide erguido caballero;
Al real de los caballeros
Decía con grande grito:
-¡Guarte, Guarte, rey don Sancho,
No digas que no te aviso,
Que del cerco de Zamora
Un traidor había salido:
Vellido Dolfos se llama,
Hijo de Dolfos Vellido,
Si gran traidor fue su padre
Mayor traidor es el hijo;
Cuatro traiciones han hecho,
Y con esta ya son cinco!
Si te engaña, rey don Sancho,
Las Cruzadas:
1º Cruzada: El Papa Gregorio VII se debe la idea de que los países cristianos se unieran para luchar contra el común enemigo religioso que era el Islam.
El Papa Urbano II (1088-1099) fue quien la puso en práctica. En 1095, la invitación a la lucha contra los turcos arribaría en embajadas francesas e inglesas a las cortes de las naciones europeas medievales más importantes: Francia, Inglaterra, Alemania y Hungría (Hungría no se unirá a las primeras cruzadas por guardar el luto de 3 años del recientemente fallecido rey San Ladislao I de Hungría (1046-1095), quien antes de morir habría aceptado participar en la campaña de Urbano II). El llamamiento formal de Urbano II se sucedió en el penúltimo día del Concilio de Clermont (Francia), jueves 27 de noviembre de 1095, proclamó, al grito de ¡Dios lo quiere!
2º Cruzada: Gracias a la división de los Estados musulmanes, los Estados latinos (o francos, como eran conocidos por los árabes), consiguieron establecerse y sobrevivir. Los dos primeros reyes de Jerusalén, Balduino I y Balduino II fueron gobernantes capaces que extendieron el reino a toda la tierra entre el Mediterráneo y el Jordán, e incluso más allá. Rápidamente se integraron en el cambiante sistema de alianzas locales y así pudieron verse enfrentamientos entre la alianza de un Estado cristiano con uno musulmán contra la alianza de otro Estado cristiano con otro Estado musulmán.
Sin embargo, a medida que el espíritu de cruzada iba decayendo entre los francos, cada vez más cómodos en su nuevo estilo de vida orientalizante, entre los musulmanes iba creciendo el espíritu de jihad o Guerra Santa, principalmente entre la población, movilizada por los predicadores contra sus impíos gobernantes, capaces de tolerar la presencia cristiana en Jerusalén e incluso de aliarse con sus reyes. Este sentimiento fue explotado por una serie de caudillos que consiguieron unificar los distintos Estados musulmanes y lanzarse a la conquista de los reinos cristianos.
El primero de estos fue Zengi, gobernador de Mosul y de Alepo, que en 1144 conquistó Edesa, liquidando el primero de los Estados francos. Como respuesta a esta conquista, que puso de manifiesto la debilidad de los Estados cruzados, el Papa Eugenio III, a través de Bernardo, abad de Claraval (famoso predicador, autor asimismo de la regla de los templarios) predicó en diciembre de 1145 la Segunda Cruzada.
A diferencia de la primera, en esta participaron reyes de la cristiandad, encabezados por Luis VII de Francia (acompañado de su esposa, Leonor de Aquitania) y por el emperador germánico Conrado III. Los desacuerdos entre franceses y alemanes, así como con los bizantinos, fueron constantes en toda la expedición. Cuando ambos reyes llegaron a Tierra Santa (por separado) decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia Jerusalén. Desde allí, para desesperación del rey Balduino III, en lugar de enfrentarse a Nur al-Din (hijo y sucesor de Zengi), eligieron atacar Damasco, estado independiente y aliado del rey de Jerusalén. La expedición fue un fracaso, ya que tras sólo una semana de asedio infructuoso, los ejércitos cruzados se retiraron y volvieron a sus patrias. Con este ataque inútil consiguieron que Damasco cayera en manos de Nur al-Din, que progresivamente iba cercando los Estados francos. Más tarde, el ataque por parte de Balduino II a Egipto iba a provocar la intervención de Nur al-Din en la frontera sur del reino de Jerusalén, preparando el camino para el fin del reino y la convocatoria de la Tercera Cruzada.
La tercera cruzada fue probablemente la más conocida, en ella participaron el rey Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra, Felipe II Augusto de Francia y Federico Barbarroja emperador del Sacro Imperio Romano Germano, de Alemania, Leopoldo de Austria, el duque de Borgoña, Miguel duque de los rusos, Isberrer rey de Escandinavia, Nicolás de los hungaros, Guillermo de Sicilia rey y Conrrado de Monferrato.
La peste negra: ¿Qué fue? Fue una enfermedad terrible, la gente se bestia de penitentes y salían a las calles dándose latigazos los unos a los otros, se decía que la peste la habían traído los judíos, unos de los obispos dijo: ¡No toquéis a esos inocentes! Pero nadie le hizo caso.
Caballeros famosos:
San Jorge
Eduardo III de Inglaterra
Lanzarote
El rey Arturo
Ricardo Corazón de León
Robín Hood
Juana de Arco
Eduardo I de Inglaterra
Ivanhoe
El Cid
Jana de Arco. Su historia:
Un día estaba Juana de Arco en el campo cuidando de sus ovejas cuando llegaron dos arcángeles que le dijeron:
-Corona rey al delfín Carlos IV de Francia.
Juana muy decidida fue a coronar rey al príncipe de Francia le pidió el mando de su ejército para liberar Francia de los ejércitos ingleses, fue tomando ciudad tras ciudad hasta llegar a la catedral de Reims, donde corona al delfín Carlos, después de ser coronado Carlos recibe dinero de los reyes de Inglaterra y Borgoña, sus dos enemigos, para que deje la guerra, Carlos que le gustaba mucho el dinero acepto, y cuando le dijo a Juana y sus capitanes que la guerra había acabado todos los capitanes y Juana se enfadaron mucho, así que decidieron seguir la guerra sin el consentimiento del rey. Juana fue apresada por el duque de Borgoña que se la vendió a los ingleses, ellos la juzgaron y el obispo ingles Pierre Cauchon la condeno a morir en la hoguera por bruja.
¿Los reyes solo tenían un castillo?
No, el príncipe Juan sin tierra tenía más de 100
Castillos colocados por toda Inglaterra.
Castillos famosos:
Castillo de Windsor
Castillo de Berkeley
Los torneos y las justas: Eran batallas fingidas que se hacían para que los soldados practicaran
La batalla a caballo o a pie. Las justas se prohibieron porque a diferencia de los torneos, las justas eran con armas de verdad y los torneos eran con unas lanzas sin punta así que en las justas había reyes que se quejaban porque sus mejores caballeros habían sido asesinados por otros caballeros.
La tabla redonda y sus caballeros: Dice la leyenda de el rey Arturo que la tabla redonda era una mesa redonda donde se reunían los mejores caballeros del rey que eran 12 caballeros.
San Jorge: Es un caballero muy importante para la historia de Inglaterra porque mato a un dragón que tenía asustado a todo el pueblo de Silca.
Batalla de Hastings: Al morir Eduardo el Confesor, le dejo su trono a su sobrino Guillermo de Normandía, pero su otro sobrino Harold se apodero del trono de Inglaterra, al enterarse, Guillermo hizo construir una flota para cruzar el canal de la Mancha y vencer a los sajones de Harold. Al llegar a Inglaterra, el hermano de Guillermo fue asesinado por las tropas de Harold, para vengarse, Guillermo se vengó y mato a los sajones y a Harold en la batalla de Hastings, Guillermo fue coronado rey, pero tras esa batalla entre los normandos y los sajones empezaron a haber batallas.
La Batalla de Hastings
Beligerantes:
Inglaterra: Inglaterra anglosajona
Normadía: Bretones, Flamencos, Franceses, Poitou, Angevinos y Le Mans
Generales:
De parte de Inglaterra: Harold II,Gyrth de East Anglia y Leofwine de Kent.
De parte de Normandía: Gullermo de Normandía, Odo de Bayeux y Eustaquio de Bolonia,
Fuerzas en el combate:
De parte de Inglaterra: Harold II,Gyrth de East Anglia y Leofwine de Kent.
De parte de Normandía: Gullermo de Normandía, Odo de Bayeux y Eustaquio de Bolonia,
Fuerzas en el combate:
De parte de Inglaterra: Desconocidas, estimaciones varían entre 4.000 y 30.000
De parte de Normandía: Desconocidas, estimaciones varían entre 3.000 y 30.000
De parte de Normandía: Desconocidas, estimaciones varían entre 3.000 y 30.000
Bajas:
De parte de Inglaterra: Mas de 2000 muertos.
De Normandía: Alrededor de 2000 heridos y bajas.
De Normandía: Alrededor de 2000 heridos y bajas.
William Wallace
Willim Wallace:
Rebelde escoces que lucho con un "ejercito" contra los ejercitos ingleses de parte del rey Eduardo I el Zanquilargo. Lucho contra las fuerzas inglesas en Stirling, en York y la mayor de todas las batallas en Falkirk.
Fue traicionado por John Menteith y entregado a los jueces ingleses, fue ahorcado, arrastrado y descuartizado.
Eduardo I de Inglaterra
Rey de Inglaterra 1272-1307, n. en Westminster el 17 ó 18 jun. 1239, primogénito de Enrique III y Leonor de Provenza; fue educado por Hugo Giffard, principalmente en Windsor. En febrero de 1254 se le asignaron las rentas de Gascuña, Irlanda, las islas del Canal, Chester, Bristol y de algunos señoríos en Gales. En octubre fue armado caballero por Alfonso X de Castilla, contrayendo matrimonio con la hermanastra de este monarca, Leonor. El 1 de noviembre Alfonso renunciaba a sus pretensiones sobre Gascuña.
El nuevo matrimonio regresó a Inglaterra en 1255, dedicándose E. a los torneos y a un intento prematuro de imponer las leyes inglesas a sus vasallos galeses, lo que provocó un levantamiento que se benefició de la disputa entre el rey y sus barones en 1258, cuando los magnates forzaron a Enrique a aceptar el mandato de un concilio de barones dirigido por Simón de Montfort y Ricardo, conde de Gloucester (V. ENRIQUE III DE INGLATERRA). E. se convirtió pronto en el líder de los nobles más jóvenes que consideraban incompetente al rey, y, al mismo tiempo, egoístas a los magnates. Enrique entró en sospechas y exilió primero a E. y luego a Simón, pero en febrero de 1263 E. regresó con un ejército francés y se unió a su padre contra Simón. Juntos fueron a buscar el arbitraje de S. Luis de Francia, iniciaron la guerra contra Simón y fueron derrotados y capturados por él en Lewes, el 14 mayo 1264. Simón de Montfort gobernó entonces en nombre del rey, pero ofendió a Gilberto, el nuevo conde de Gloucester, hijo de Ricardo. E. escapó en mayo de 1265 y con ayuda de Gilberto capturó Worcester, derrotando y matando a Simón en Evesham el 4 ag. 1265. Los seguidores de éste, cuyas propiedades se había mandado confiscar, continuaron resistiendo. E., con prudente generosidad y habilidad militar, los sometió en las campañas contra Dover (octubre 1265), Winchelsea (7 mar. 1266), Kenilworth (20 dic. 1266) y la isla de Ely (tomada el 1l jul. 1267).
E. era ahora alcaide de la City y de la Torre de Londres, y el gobernante efectivo del país. El 24 jun. 1268 tomó la cruz y se dispuso a acompañar a S. Luis en la Cruzada. Embarcó en Dover el 11 ag. 1270, pero al llegar a Túnez se encontró con que S. Luis había muerto y Felipe III de Francia había hecho la paz. E. invernó en Sicilia, llegó a S. Juan de Acre, que estaba sufriendo un asedio (mayo 1271), levantó el asedio y preparó expediciones a Nazaret, Castillo Peregrino y a otros lugares, pero sin éxito. El 17 jun. 1272 fue apuñalado por un enviado del emir de Jaffa, pero se recuperó después de una operación, aunque en 1327 se rumoreó que Leonor había succionado el veneno de su herida. E. se recuperó pronto, pero no pudo conquistar ningún territorio. Concertó una tregua de 10 años con Baibars, sultán de Egipto, dejando Palestina el 15 ag. 1272. El 16 noviembre de este mismo año m. Enrique y el 20 noviembre los barones y obispos de Inglaterra juraron fidelidad a E., pero él no tuvo noticia de ello hasta más tarde en Sicilia, regresando entonces sin prisa a Inglaterra.
Reinado de Eduardo. E. visitó a Gregorio X (Orvieto, 14 feb. 1273) quien le concedió algunos impuestos eclesiásticos y prometió perseguir a Guy de Montfort, que había asesinado al primo de E., Enrique de Almain; luego participó en torneos en Chalon, rindió vasallaje a Felipe III de Francia por sus territorios en este país, procuró reprimir la rebelión de Gastón de Béarn en Gascuña (1274), hizo la paz con el conde de Flandes (julio 1274), desembarcó en Dover y fue coronado con Leonor en Westminster el 19 ag. 1274. E. era alto, de buena presencia, ancho de espaldas, de piernas y brazos largos, de pelo claro en su juventud y oscuro en su madurez, con el párpado izquierdo caído y una forma de hablar fácil, pero poco comprensible. Valiente, con gran experiencia, prudente y honrado; destacaba en la caza, en la cetrería y en los torneos; era un gobernante justo e inflexible, un entusiasta legislador que hacía cumplir las leyes manejándolas en su provecho; ejercía un gobierno fuerte a la vez que mantenía la confianza de sus vasallos, evitando las crueldades de Enrique II o de Juan.
Desde la época de éstos todo el sistema político y administrativo del reino había evolucionado enormemente: E. era capaz no sólo de controlarlo y emplearlo, sino también de ampliarlo y reformarlo, especialmente en las grandes reformas legislativas que le valieron el título del Justiniano inglés, las cuales, aunque dirigidas a definir los derechos ya existentes, llevaron a un cambio y reforzaron la monarquía. Así el 11 oct. 1274 nombró una comisión bajo Roberto Burnell, su canciller, para examinar el patrimonio real (el realengo) y las usurpaciones hechas por los nobles durante las guerras civiles. Su informe, los «Hundred Rolls», sentó las bases del Estatuto de Gloucester (1278) para reformar los señoríos y E. inició la investigación (1290) Quo warranto para determinar si las franquicias de los nobles eran debidas a una concesión o prescripción legal, mantenidas desde antes de 1189, o meramente una usurpación. Esto despertó el descontento, aunque la intención no era destruir los poderes feudales de los barones, sino mantener los del rey. La misma intención motivó otros estatutos: Viris religiosis (1279), que prohibía la enajenación de propiedades a la Iglesia sin el permiso real, con el fin de minimizar la pérdida para el rey de tales derechos feudales que le serían pagados en caso de ser laicos los feudatarios, pero no si eran clérigos; Quia emptores (1290) que prohibía la subenfeudación, pero permitía la libre sustitución, de forma que cuando se compraba unas tierras uno podía no ser ya el vasallo del vendedor (tenía que sustituirle como vasallo de su señor y pagar a este último los derechos por el feudo); y finalmente, el De donis conditionalibus que limitaba la enajenación de feudos y llevó a la creación de grandes mayorazgos.
Tales estatutos intentaban adaptar las leyes feudales a una expansión económica y al desarrollo de una economía monetaria, pero su efecto principal fue acelerar tal cambio: los derechos feudales se disminuyeron en contraste con las fortunas creadas por la especulación del suelo y la explotación señorial directa de las propiedades rurales, en las cuales el propio E. iba a la cabeza: acrecentó de tal modo el patrimonio real que durante muchos años ningún barón pudo enfrentarse con él y consultó cuidadosamente a la opinión pública en parlamentos, a los que hacía venir magnates y representantes de las ciudades y de pequeña nobleza rural. De este modo tuvo al país con él a la hora de financiar y realizar su política fuera de Inglaterra.
Conquista de Gales. Gales, que había sido dividida entre príncipes nativos y las dinastías de barones anglonormandos -proporcionando una precaria lealtad a la corona- había sufrido una guerra civil en la década de los a. 1250. En 1267 Llewelyn ap Gruffydd fue reconocido como príncipe de Gwynedd y vasallo de Enrique III, pero se negó a asistir a la corte de E. y a reparar los castillos que había destruido. E. marchó contra Gales (31 jul. 1277), capturó a Anglesey y obligó a Llewelyn a rendirle vasallaje y a entregarle las Cuatro Villas (Four Cantreds). Llewelyn se rebeló en la primavera de 1282 pero fue derrotado y muerto en Radnor el 10 dic. 1282; E. completó la definitiva conquista de Gales, guarneciendo el territorio con castillos en Conway, Caernarvon, Beaumaris y Harlech, y sometiendo el norte de Gales a las leyes administrativas y penales inglesas (Estatuto de Rhuddlan, 1284). Este fue el fin de la independencia del país de Gales (V. GALES II).
Eduardo y Francia. E. fue un leal vasallo de su primo Felipe III y de Felipe IV (v.), a quien rindió vasallaje por Gascuña el 5 jun. 1286. Hizo de mediador imparcial en la disputa entre Felipe III y Alfonso X (1275-84), y en la larga disputa entre Francia y Aragón, terminada efectivamente cuando E. negoció la paz de Canfranc (28 oct. 1288). En 1289 E. regresó a Inglaterra después de tres años en Gascuña, depuró la administración y en los órganos judiciales, expulsó a los judíos de Inglaterra (18 jul. 1290) y comenzó a preparar una nueva Cruzada para 1293; pero el 25 nov. 1290 moría su esposa Leonor en Harby, cerca de Lincoln. E. acompañó los restos hasta la abadía de Westminster donde se celebraría el sepelio, marcando con grandes cruces las etapas de la jornada. Desde entonces se encontraba agotado por su mala fortuna, exceso de trabajo y continuas crisis políticas, con lo cual no pudo dedicarse a la Cruzada. E. había previsto casar a su hijo Eduardo con Margarita, reina niña de Escocia (1286-90) y cuando murió ésta los pretendientes al trono pidieron a E. que decidiese entre ellos. Una vez le hubieron reconocido como su señor (junio 1291), eligió a Juan Balliol, que fue reconocido como rey el 30 nov. 1292 y rindió vasallaje a E. quien comenzó a recibir apelaciones de escoceses descontentos, desde los tribunales de Balliol a la corte inglesa. Balliol ofendido buscó el apoyo de Francia contra E.
Entretanto los consejeros más agresivos de Felipe IV animaban a los gascones a apelar a París desde la corte ducal de E. y aprovecharon la ocasión de una batalla naval entre marinos ingleses y normandos (15 mayo 1293) para hacer comparecer a E. ante la justicia de Felipe. Aun cuando E. deseaba negociar, le engañaron con dilaciones, le condenaron por no comparecer a juicio y le incautaron su ducado (19 mayo 1294). E. se preparó para una guerra, reclutó tropas y organizó sus alianzas en el Imperio, pero tuvo que dirigir su atención a un levantamiento en Gales, sofocado el 5 mar. 1295, y a la alianza de Balliol con Felipe. E. invadió Escocia (28 mar. 1296), capturó a Balliol y lo puso en el exilio, y sometió a Escocia a la administración de funcionarios ingleses. Entonces descubre que el clero, apoyándose en la bula Clericis laicos rehusaba pagar impuestos (1297) y que los barones no estaban dispuestos a luchar en Gascuña (1298). E. fue a Flandes con poca ayuda, consiguiendo de Felipe una alianza matrimonial, por la cual E. se casaba con la hermana de Felipe, Margarita, y eventualmente se conseguía (en 1303) la devolución de Gascuña. Luego regresó a Escocia donde William Wallace había derrotado al alcaide inglés en Stirling (11 sept. 1297). E. derrotó a Wallace en Falkirk (22 jul. 1298), tomó Stirling (1304) e hizo ejecutar a Wallace; pero Robert Bruce inició un nuevo levantamiento, siendo coronado rey en Scone (25 mar. 1306), y aunque fue derrotado, pasó a una lucha de guerrillas.
Cuando E. estaba todavía esforzándose por superar una resistencia que se iba haciendo cada vez más popular y «nacionalista», moría en Burgh-on-Sands el 7 jul. 1307, siendo enterrado en la abadía de Westminster. Tuvo de Leonor tres hijos que murieron a temprana edad, su heredero Eduardo II, y tres hijas, Juana, Margarita e Isabel. De Margarita, E. tuvo a Tomás, conde de Norfolk y a Edmundo, conde de Kent. E. ha sido justamente calificado por todos los historiadores no escoceses como el mejor rey de Inglaterra, aunque su aventura en Escocia bien pudiera haber fracasado, incluso si hubiese vivido.
El nuevo matrimonio regresó a Inglaterra en 1255, dedicándose E. a los torneos y a un intento prematuro de imponer las leyes inglesas a sus vasallos galeses, lo que provocó un levantamiento que se benefició de la disputa entre el rey y sus barones en 1258, cuando los magnates forzaron a Enrique a aceptar el mandato de un concilio de barones dirigido por Simón de Montfort y Ricardo, conde de Gloucester (V. ENRIQUE III DE INGLATERRA). E. se convirtió pronto en el líder de los nobles más jóvenes que consideraban incompetente al rey, y, al mismo tiempo, egoístas a los magnates. Enrique entró en sospechas y exilió primero a E. y luego a Simón, pero en febrero de 1263 E. regresó con un ejército francés y se unió a su padre contra Simón. Juntos fueron a buscar el arbitraje de S. Luis de Francia, iniciaron la guerra contra Simón y fueron derrotados y capturados por él en Lewes, el 14 mayo 1264. Simón de Montfort gobernó entonces en nombre del rey, pero ofendió a Gilberto, el nuevo conde de Gloucester, hijo de Ricardo. E. escapó en mayo de 1265 y con ayuda de Gilberto capturó Worcester, derrotando y matando a Simón en Evesham el 4 ag. 1265. Los seguidores de éste, cuyas propiedades se había mandado confiscar, continuaron resistiendo. E., con prudente generosidad y habilidad militar, los sometió en las campañas contra Dover (octubre 1265), Winchelsea (7 mar. 1266), Kenilworth (20 dic. 1266) y la isla de Ely (tomada el 1l jul. 1267).
E. era ahora alcaide de la City y de la Torre de Londres, y el gobernante efectivo del país. El 24 jun. 1268 tomó la cruz y se dispuso a acompañar a S. Luis en la Cruzada. Embarcó en Dover el 11 ag. 1270, pero al llegar a Túnez se encontró con que S. Luis había muerto y Felipe III de Francia había hecho la paz. E. invernó en Sicilia, llegó a S. Juan de Acre, que estaba sufriendo un asedio (mayo 1271), levantó el asedio y preparó expediciones a Nazaret, Castillo Peregrino y a otros lugares, pero sin éxito. El 17 jun. 1272 fue apuñalado por un enviado del emir de Jaffa, pero se recuperó después de una operación, aunque en 1327 se rumoreó que Leonor había succionado el veneno de su herida. E. se recuperó pronto, pero no pudo conquistar ningún territorio. Concertó una tregua de 10 años con Baibars, sultán de Egipto, dejando Palestina el 15 ag. 1272. El 16 noviembre de este mismo año m. Enrique y el 20 noviembre los barones y obispos de Inglaterra juraron fidelidad a E., pero él no tuvo noticia de ello hasta más tarde en Sicilia, regresando entonces sin prisa a Inglaterra.
Reinado de Eduardo. E. visitó a Gregorio X (Orvieto, 14 feb. 1273) quien le concedió algunos impuestos eclesiásticos y prometió perseguir a Guy de Montfort, que había asesinado al primo de E., Enrique de Almain; luego participó en torneos en Chalon, rindió vasallaje a Felipe III de Francia por sus territorios en este país, procuró reprimir la rebelión de Gastón de Béarn en Gascuña (1274), hizo la paz con el conde de Flandes (julio 1274), desembarcó en Dover y fue coronado con Leonor en Westminster el 19 ag. 1274. E. era alto, de buena presencia, ancho de espaldas, de piernas y brazos largos, de pelo claro en su juventud y oscuro en su madurez, con el párpado izquierdo caído y una forma de hablar fácil, pero poco comprensible. Valiente, con gran experiencia, prudente y honrado; destacaba en la caza, en la cetrería y en los torneos; era un gobernante justo e inflexible, un entusiasta legislador que hacía cumplir las leyes manejándolas en su provecho; ejercía un gobierno fuerte a la vez que mantenía la confianza de sus vasallos, evitando las crueldades de Enrique II o de Juan.
Desde la época de éstos todo el sistema político y administrativo del reino había evolucionado enormemente: E. era capaz no sólo de controlarlo y emplearlo, sino también de ampliarlo y reformarlo, especialmente en las grandes reformas legislativas que le valieron el título del Justiniano inglés, las cuales, aunque dirigidas a definir los derechos ya existentes, llevaron a un cambio y reforzaron la monarquía. Así el 11 oct. 1274 nombró una comisión bajo Roberto Burnell, su canciller, para examinar el patrimonio real (el realengo) y las usurpaciones hechas por los nobles durante las guerras civiles. Su informe, los «Hundred Rolls», sentó las bases del Estatuto de Gloucester (1278) para reformar los señoríos y E. inició la investigación (1290) Quo warranto para determinar si las franquicias de los nobles eran debidas a una concesión o prescripción legal, mantenidas desde antes de 1189, o meramente una usurpación. Esto despertó el descontento, aunque la intención no era destruir los poderes feudales de los barones, sino mantener los del rey. La misma intención motivó otros estatutos: Viris religiosis (1279), que prohibía la enajenación de propiedades a la Iglesia sin el permiso real, con el fin de minimizar la pérdida para el rey de tales derechos feudales que le serían pagados en caso de ser laicos los feudatarios, pero no si eran clérigos; Quia emptores (1290) que prohibía la subenfeudación, pero permitía la libre sustitución, de forma que cuando se compraba unas tierras uno podía no ser ya el vasallo del vendedor (tenía que sustituirle como vasallo de su señor y pagar a este último los derechos por el feudo); y finalmente, el De donis conditionalibus que limitaba la enajenación de feudos y llevó a la creación de grandes mayorazgos.
Tales estatutos intentaban adaptar las leyes feudales a una expansión económica y al desarrollo de una economía monetaria, pero su efecto principal fue acelerar tal cambio: los derechos feudales se disminuyeron en contraste con las fortunas creadas por la especulación del suelo y la explotación señorial directa de las propiedades rurales, en las cuales el propio E. iba a la cabeza: acrecentó de tal modo el patrimonio real que durante muchos años ningún barón pudo enfrentarse con él y consultó cuidadosamente a la opinión pública en parlamentos, a los que hacía venir magnates y representantes de las ciudades y de pequeña nobleza rural. De este modo tuvo al país con él a la hora de financiar y realizar su política fuera de Inglaterra.
Conquista de Gales. Gales, que había sido dividida entre príncipes nativos y las dinastías de barones anglonormandos -proporcionando una precaria lealtad a la corona- había sufrido una guerra civil en la década de los a. 1250. En 1267 Llewelyn ap Gruffydd fue reconocido como príncipe de Gwynedd y vasallo de Enrique III, pero se negó a asistir a la corte de E. y a reparar los castillos que había destruido. E. marchó contra Gales (31 jul. 1277), capturó a Anglesey y obligó a Llewelyn a rendirle vasallaje y a entregarle las Cuatro Villas (Four Cantreds). Llewelyn se rebeló en la primavera de 1282 pero fue derrotado y muerto en Radnor el 10 dic. 1282; E. completó la definitiva conquista de Gales, guarneciendo el territorio con castillos en Conway, Caernarvon, Beaumaris y Harlech, y sometiendo el norte de Gales a las leyes administrativas y penales inglesas (Estatuto de Rhuddlan, 1284). Este fue el fin de la independencia del país de Gales (V. GALES II).
Eduardo y Francia. E. fue un leal vasallo de su primo Felipe III y de Felipe IV (v.), a quien rindió vasallaje por Gascuña el 5 jun. 1286. Hizo de mediador imparcial en la disputa entre Felipe III y Alfonso X (1275-84), y en la larga disputa entre Francia y Aragón, terminada efectivamente cuando E. negoció la paz de Canfranc (28 oct. 1288). En 1289 E. regresó a Inglaterra después de tres años en Gascuña, depuró la administración y en los órganos judiciales, expulsó a los judíos de Inglaterra (18 jul. 1290) y comenzó a preparar una nueva Cruzada para 1293; pero el 25 nov. 1290 moría su esposa Leonor en Harby, cerca de Lincoln. E. acompañó los restos hasta la abadía de Westminster donde se celebraría el sepelio, marcando con grandes cruces las etapas de la jornada. Desde entonces se encontraba agotado por su mala fortuna, exceso de trabajo y continuas crisis políticas, con lo cual no pudo dedicarse a la Cruzada. E. había previsto casar a su hijo Eduardo con Margarita, reina niña de Escocia (1286-90) y cuando murió ésta los pretendientes al trono pidieron a E. que decidiese entre ellos. Una vez le hubieron reconocido como su señor (junio 1291), eligió a Juan Balliol, que fue reconocido como rey el 30 nov. 1292 y rindió vasallaje a E. quien comenzó a recibir apelaciones de escoceses descontentos, desde los tribunales de Balliol a la corte inglesa. Balliol ofendido buscó el apoyo de Francia contra E.
Entretanto los consejeros más agresivos de Felipe IV animaban a los gascones a apelar a París desde la corte ducal de E. y aprovecharon la ocasión de una batalla naval entre marinos ingleses y normandos (15 mayo 1293) para hacer comparecer a E. ante la justicia de Felipe. Aun cuando E. deseaba negociar, le engañaron con dilaciones, le condenaron por no comparecer a juicio y le incautaron su ducado (19 mayo 1294). E. se preparó para una guerra, reclutó tropas y organizó sus alianzas en el Imperio, pero tuvo que dirigir su atención a un levantamiento en Gales, sofocado el 5 mar. 1295, y a la alianza de Balliol con Felipe. E. invadió Escocia (28 mar. 1296), capturó a Balliol y lo puso en el exilio, y sometió a Escocia a la administración de funcionarios ingleses. Entonces descubre que el clero, apoyándose en la bula Clericis laicos rehusaba pagar impuestos (1297) y que los barones no estaban dispuestos a luchar en Gascuña (1298). E. fue a Flandes con poca ayuda, consiguiendo de Felipe una alianza matrimonial, por la cual E. se casaba con la hermana de Felipe, Margarita, y eventualmente se conseguía (en 1303) la devolución de Gascuña. Luego regresó a Escocia donde William Wallace había derrotado al alcaide inglés en Stirling (11 sept. 1297). E. derrotó a Wallace en Falkirk (22 jul. 1298), tomó Stirling (1304) e hizo ejecutar a Wallace; pero Robert Bruce inició un nuevo levantamiento, siendo coronado rey en Scone (25 mar. 1306), y aunque fue derrotado, pasó a una lucha de guerrillas.
Cuando E. estaba todavía esforzándose por superar una resistencia que se iba haciendo cada vez más popular y «nacionalista», moría en Burgh-on-Sands el 7 jul. 1307, siendo enterrado en la abadía de Westminster. Tuvo de Leonor tres hijos que murieron a temprana edad, su heredero Eduardo II, y tres hijas, Juana, Margarita e Isabel. De Margarita, E. tuvo a Tomás, conde de Norfolk y a Edmundo, conde de Kent. E. ha sido justamente calificado por todos los historiadores no escoceses como el mejor rey de Inglaterra, aunque su aventura en Escocia bien pudiera haber fracasado, incluso si hubiese vivido.
Federico Barbarroja
Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1155-1190), rey de Alemania (1152-1190) y duque de Suabia (Federico III) (1147-1190). Hijo del duque Federico II de Suabia y de Judit de Baviera, sucedió a su padre en el gobierno del ducado suabo en 1147, año en que participó en la Segunda Cruzada junto a su tío, el emperador Conrado III, quien lo nombró heredero.
A la muerte de éste, en 1152, Federico Barbarroja fue designado rey de Alemania por aclamación de la Asamblea de príncipes, que vieron en él un monarca enérgico y valeroso, capaz de acabar con los enfrentamientos que, desde 1125, mantenían en todo el reino los gibelinos, partidarios de los Hohenstaufen, procedentes de Suabia, y los güelfos, seguidores de los Welf de Baviera. A fin de alcanzar la paz, Federico I, miembro de la familia Hohenstaufen, cedió a su primo Enrique el León, duque de Baviera y el más poderoso de los jefes güelfos, el ducado de Sajonia y le confió la dirección de la expansión alemana hacia el este.
La ambición del monarca, sin embargo, iba mucho más allá de las fronteras de Alemania, pues, considerándose continuador de la obra de Carlomagno y Otón I, Federico Barbarroja tenía el firme propósito de crear un imperio universal que restaurase la grandeza del Imperio Romano, para lo cual era preciso someter al Papado y a las ciudades italianas.
Con este propósito, en 1153, durante la dieta de Constanza, prometió ayudar al papa Eugenio III a sofocar la rebelión de los romanos, que, con Arnaldo de Brescia al frente, se habían constituido en municipio libre y expulsado al pontífice. Federico I entró con su ejército en Italia en 1154, y al año siguiente fue coronado en Roma emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por el papa Adriano IV, tras haber derrotado y apresado a Arnaldo de Brescia, quien murió en la hoguera como hereje.
De nuevo en Alemania, extendió sus dominios hasta los territorios de Polonia y Escandinavia y contrajo matrimonio con Beatriz, hija y heredera de Reinaldo III de Borgoña. Otra vez en suelo italiano, tomó Milán en 1158, y ese mismo año, en la dieta de Roncaglia, asumió todos los derechos de los antiguos emperadores romanos, entre ellos el de designar personalmente los cónsules de las ciudades italianas, si bien muchos municipios declararon su oposición frontal a la política imperial y el Papado le privó de ejercer estas prerrogativas en los Estados Pontificios.
Un año más tarde, la elección como papa de Alejandro III, firme defensor de la teocracia pontificia y, por tanto, de la sumisión del emperador a la autoridad papal, agravó el conflicto e impulsó a Federico I a apoyar el nombramiento, sucesivamente, de los antipapas Víctor IV (1159) y Pascual III (1164). En 1167, las ciudades del norte de Italia constituyeron la poderosa Liga Lombarda, que, tras años de lucha, logró una victoria decisiva sobre las tropas imperiales en Legnano (1176).
A raíz de esta derrota, Federico Barbarroja se vio obligado a firmar, en 1177, la paz de Venecia, por la que reconoció al papa Alejandro III –a quien hubo de someterse– y, en 1183, la paz de Constanza, en la que aceptó las libertades comunales, aunque conservó sus dominios de Toscana, Spoleto y Ancona. En la dieta de Maguncia (1188), el emperador, decidido a liberar Jerusalén, a la sazón en poder del sultán Saladino, se comprometió a encabezar la Tercera Cruzada, y así, en el año 1189 partió con tal propósito hacia Cilicia, donde murió, el 10 de junio de 1190, mientras se bañaba en el río Salef (Cydnos).
Conrado de Monferrato
Conrrado de Monferrato (mediados de 1140 - 28 de abril de 1192) fue uno de los grandes lideres de la Tercera Cruzada, Conrado fue rey de Jerusalén por su matrimonio con Isabel de Jerusalén, 24 de noviembre de 1190, aunque no fue oficialmente elegido hasta 1192, dos días antes de su muerte.
George Armstrong Custer
Fue uno de los mejores y mas conocidos generales de la caballería de Estados Unidos. El 25 de junio murió junto a 210 soldados de sus hombres del famoso 7º. Regimiento de Caballería en la batalla de Little Big Horn luchando contra las tribus indias al mando de Caballo Loco.
Una de las curiosidades mas asquerosas de su muerte fue que además de las 2 heridas de bala tenía una fecha clavada en los genitales.
sábado, 19 de noviembre de 2011
Aníbal
General Cartaginés (247-182 aC)
Aníbal: General y político cartaginés, hijo de Amílcar Barca, cuya marcha sobre Roma desde Hispania a través de los Alpes entre el 218 y el 217 aC sigue siendo una de las hazañas más grandiosas de la historia militar.A los nueve años Aníbal acompañó a su padre en la expedición cartaginesa para conquistar Hispania. Antes de empezar, el niño prometió odio eterno a Roma, el enemigo más encarnizado de Cartago. Desde los 18 a los 25 años, Aníbal fue responsable de la realización de los planes de su cuñado Asdrúbal para extender y consolidar el control sobre la península Ibérica. Cuando Asdrúbal fue asesinado en el 221 aC, el Ejército eligió a Aníbal como comandante en jefe. En un periodo de dos años sometió el territorio entre los ríos Tajo y Iberus (Ebro), excepto la ciudad de Saguntum (Sagunto), aliada de los romanos, la cual fue tomada después de sitiarla durante ocho meses. Los romanos tildaron este ataque de violación del tratado existente entre Roma y Cartago y exigieron que ésta les entregara a Aníbal. Los cartagineses se negaron, lo cual precipitó (218-201 aC) la segunda de las Guerras Púnicas.
EL CRUCE DE LOS ALPES. La marcha de Aníbal sobre Roma comenzó en el 218 a.C. Partió de Cartago Nova (actual Cartagena), en Hispania, con un ejército de aproximadamente cien mil hombres, incluida la caballería y un número considerable de elefantes para transportar materiales y más tarde utilizarlos en la batalla. Cruzó los Pirineos y el río Ródano, atravesó los Alpes en quince días, a pesar de las tormentas de nieve, los desprendimientos de tierra y los ataques de las tribus hostiles de las montañas. Reclutó más hombres entre los ínsubros, un pueblo celta asentado en el norte de Italia, para compensar la pérdida de casi la mitad de sus hombres durante la larga marcha, y dominó a una tribu hostil a los ínsubros. Entonces obligó a las tribus ligures y celtas de la parte superior del curso del río Po a entrar en una alianza. Causó derrotas aplastantes a los romanos mandados por Publio Cornelio Escipión (el padre de Escipión el Africano) en las batallas de los ríos Tesino (Ticino) y Trebia (218 a.C.), y bajo el mando del cónsul romano Cayo Flaminio Nepote en el lago Trasimeno (217 a.C.). Después de cruzar los Apeninos e invadir las provincias romanas de Picenum y Apulia, Aníbal regresó a la fértil región de Campania, la cual asoló.
El general romano Quinto Fabio Máximo Verrucoso fue enviado desde Roma para oponerse a Aníbal, y adoptó una estrategia muy cauta. Evitó todo encuentro decisivo con las tropas cartaginesas, no obstante tuvo éxito manteniendo alejado de Roma a Aníbal, lo que permitió a los romanos recuperar sus reservas militares. Aníbal invernó en Gerontium, y en la primavera del 216 a.C. tomó posiciones en Cannas, junto al río Aufidus (actual Ofanto). Allí aniquiló al ejército romano compuesto por más de 50.000 hombres bajo el mando del cónsul Lucio Emilio Paulo, quien murió en la batalla. Cayo Terencio Varrón (muerto después del 200 a.C.) escapó con el remanente del ejército romano. Los cartagineses perdieron aproximadamente 5.700 hombres.
El curso de la guerra cambió gradualmente en contra de Aníbal. El gobierno cartaginés se negó a enviarle refuerzos. Marchó sobre Neapolis (Nápoles), pero fracasó en la toma de la ciudad. Sin embargo, Capua, una de las ciudades italianas que cayeron bajo dominio de Aníbal después de la victoria de Cannas, le abrió sus puertas y allí pasó el invierno del 216-215 a.C. En el 211 a.C., Aníbal intentó tomar Roma, pero los romanos mantuvieron con éxito sus posiciones. Entonces, los romanos recuperaron Capua, con lo cual Aníbal perdió la lealtad de muchos de sus aliados itálicos y las esperanzas de reponer sus tropas con nuevos soldados. Tras cuatro años de lucha poco convincente, Aníbal pidió ayuda a su hermano Asdrúbal Barca, quien inmediatamente salió de Hispania. No obstante, Asdrúbal fue sorprendido, derrotado y asesinado en el 207 a.C. por el cónsul romano Cayo Claudio Nerón en la batalla del río Metauro.
VICTORIA ROMANA. En el 202 a.C., después de cinco años y con la rápida caída del poderío militar de Cartago, Aníbal tuvo que volver a África para dirigir la defensa de su país contra una invasión romana a cargo de Escipión el Africano. Cuando se encontró con Escipión en Zama, al norte de África, sus inexpertos reclutas huyeron, muchos desertaron uniéndose a los romanos y los veteranos fueron reducidos. Cartago capituló ante Roma y la segunda Guerra Púnica llegó a su fin.
Tras la firma de un tratado de paz con Roma en el 201 a.C., Aníbal inmediatamente comenzó a preparar la reanudación de la lucha. Reformó la legislación cartaginesa, redujo la corrupción en el gobierno y dejó las finanzas de la ciudad en estado solvente. Sin embargo, los romanos lo acusaron de intentar romper la paz y fue obligado a salir de Cartago, refugiándose en la corte de Antíoco III, rey Seléucida de Siria. Luchó junto a Antíoco contra los romanos, pero cuando el monarca Seléucida fue derrotado en Magnesia del Sípilo (actual Manisa, en Turquía) en el 190 a.C. y firmó un tratado con Roma prometiendo la rendición de Aníbal, éste escapó para refugiarse con Prusias II, rey de Bitinia (que reinó en 192-148 a.C.), en el norte de Asia Menor. Cuando Roma pidió de nuevo, y consiguió, la entrega de Aníbal, éste se suicidó.
Alejandro Magno
Rey Macedonio (356-323 aC)
Alejandro III el Magno: Fue rey de Macedonia (336-323 aC), conquistador del Imperio persa, y uno de los líderes militares más importantes del mundo antiguo.
LAS PRIMERAS CONQUISTAS. Alejandro nació en Pela, la antigua capital de Macedonia; era hijo de Filipo II, rey de Macedonia, y de Olimpia, princesa de Epiro. Aristóteles fue su tutor, enseñándole retórica y literatura, y estimuló su interés por la ciencia, la medicina y la filosofía. En el verano del año 336 aC Filipo fue asesinado y Alejandro ascendió al trono de Macedonia. Se encontró rodeado de enemigos y se vio amenazado por una rebelión en el extranjero. Alejandro ordenó la ejecución de todos los conspiradores y enemigos nacionales. Marchó sobre Tesalia, donde los partidarios de la independencia habían obtenido el control, y restauró el dominio macedónico. Hacia finales del verano del 336 aC había restablecido su posición en Grecia y un congreso de estados en Corinto lo eligió comandante del Ejército griego para la guerra contra Persia. En el 335 aC dirigió una campaña brillante contra los rebeldes tracios cerca del río Danubio. A su regreso a Macedonia, reprimió en una sola semana a los hostiles ilirios y dardanelos cerca del lago Pequeño Prespa y después se dirigió hacia Tebas, que se había sublevado. Tomó la ciudad por asalto y arrasó sus edificios, respetando sólo los templos y la casa del poeta lírico Píndaro, esclavizando a unos treinta mil habitantes capturados. La rapidez de Alejandro en reprimir la sublevación de Tebas facilitó la inmediata sumisión de los otros estados griegos.
LA CREACIÓN DE UN IMPERIO. Alejandro comenzó su guerra contra Persia la primavera del 334 a.C. al cruzar el Helesponto (actualmente Dardanelos) con un ejército de unos 365.000 hombres de Macedonia y de toda Grecia; sus oficiales jefes eran todos macedonios, incluidos Antígono (más tarde Antígono Monoftalmos), Tolomeo (más tarde Tolomeo I) y Seleuco (más tarde Seleuco I). En el río Gránico, cerca de la antigua ciudad de Troya (en la actual Turquía), atacó a un ejército de 40.000 persas y griegos hoplitas (mercenarios). Sus fuerzas derrotaron al enemigo y, según la tradición, sólo perdió 110 hombres; después de esta batalla, toda Asia se rindió. Al parecer, en su camino a través de Frigia cortó con su espada el nudo gordiano. Continuó avanzando hacia el sur y se encontró con el ejército principal persa, bajo el mando de Darío III, en Isos, en el noroeste de Siria. Según la tradición, el ejército de Darío se estimaba en 500.000 soldados, cifra que hoy es considerada exagerada. La batalla de Isos, en el año 333 a.C., terminó con una gran victoria de Alejandro. Aunque cortó la retirada, Darío huyó, abandonando a su madre, esposa e hijos a Alejandro, quien les trató con respeto debido a su condición de familia real. Tiro, un puerto marítimo muy fortificado, ofreció una resistencia obstinada, pero Alejandro lo tomó por asalto en el 332 a.C. después de un asedio de siete meses. Seguidamente, Alejandro capturó Gaza y después pasó a Egipto, donde fue recibido como libertador. Estos acontecimientos facilitaron el control de toda la línea costera del Mediterráneo. Más tarde, en el 332 a.C., fundó en la desembocadura del río Nilo la ciudad de Alejandría, que se convirtió en el centro literario, científico y comercial del mundo griego. Cirene, la capital del antiguo reino de Cirenaica, en el norte de África, se rindió a Alejandro en el 331 a.C., extendiendo sus dominios a todo el territorio de Cartago.
En la primavera del 331 a.C. Alejandro hizo una peregrinación al gran templo y oráculo de Amón-Ra, el dios egipcio del Sol a quien los griegos identificaron con Zeus. Se creía que los primeros faraones egipcios eran hijos de Amón-Ra, y Alejandro, el nuevo dirigente de Egipto, quería que el dios le reconociera como su hijo. La peregrinación tuvo éxito, y quizá confirmara la creencia de Alejandro en su propio origen divino. Dirigiéndose de nuevo hacia el norte, reorganizó sus fuerzas en Tiro y salió hacia Babilonia con un ejército de 40.000 infantes y 7.000 jinetes. Cruzó los ríos Éufrates y Tigris y se encontró con Darío al frente del ejército persa, el cual, según informes exagerados, llevaba un millón de hombres, cantidad que no impidió que sufriera una derrota devastadora en la batalla de Arbela (Gaugamela) el 1 de octubre del 331 a.C. Darío huyó al igual que hizo en Isos y un año más tarde fue asesinado por uno de sus propios colaboradores. Babilonia se rindió después de Gaugamela, y la ciudad de Susa, con sus enormes tesoros, fue igualmente conquistada. Más tarde, hacia mitad del invierno, se dirigió a Persépolis, la capital de Persia. Después de robar los tesoros reales y apropiarse de un rico botín, quemó la ciudad, lo cual completó la destrucción del antiguo Imperio persa. El dominio de Alejandro se extendía a lo largo y ancho de la orilla sur del mar Caspio, incluyendo las actuales Afganistán y Beluchistán, y hacia el norte a Bactriana y Sogdiana, el actual Turkestán ruso, también conocido como Asia central. Sólo le llevó tres años, desde la primavera del 330 a.C. hasta la primavera del 327 a.C., dominar esta vasta zona.
Para completar la conquista del resto del Imperio persa, que en tiempos había incluido parte de la India occidental, Alejandro cruzó el río Indo en el 326 a.C. e invadió el Punjab, alcanzando el río Hifasis (actual Bias); en este punto los macedonios se rebelaron, negándose a continuar. Entonces Alejandro construyó una flota y bajó navegando el Hidaspo (llamado Hydaspes por los griegos, donde derrotó al dirigente indio Poros en el 326 a.C.) hacia el Indo, alcanzando su delta en septiembre del 325 a.C. La flota continuó hacia el golfo Pérsico. Con su ejército, Alejandro cruzó el desierto de Susa en el 324 a.C. La escasez de comida y agua durante la marcha había causado varias pérdidas y desacuerdos entre sus tropas. Alejandro pasó aproximadamente un año organizando sus dominios e inspeccionando territorios del golfo Pérsico donde conseguir nuevas conquistas. Llegó a Babilonia en la primavera del 323 a.C., pero en junio contrajo fiebres y murió. Dejó su Imperio, según sus propias palabras, "a los más fuertes" este ambiguo testamento provocó terribles luchas internas durante medio siglo.
EL LEGADO. Alejandro fue uno de los mayores conquistadores de la historia, destacó por su brillantez táctica y por la velocidad con la que cruzó grandes extensiones de terreno. Aunque fue valiente y generoso, supo ser cruel y despiadado cuando la situación política lo requería, aunque cometió algunos actos de los que luego se arrepintió, caso del asesinato de su amigo Clito en un momento de embriaguez. Como político y dirigente tuvo planes grandiosos; según muchos historiadores abrigó el proyecto de unificar Oriente y Occidente en un imperio mundial, una nueva e ilustrada hermandad mundial de todos los hombres. Hizo que unos 30.000 jóvenes persas fueran educados en el habla griega y en tácticas militares macedónicas y les alistó en su Ejército. Él mismo adoptó costumbres persas y se casó con mujeres orientales: con Estatira (o Stateira; que murió hacia el 323 a.C.), la hija mayor de Darío III, y con Roxana (que murió hacia el 311 a.C.), hija del sátrapa de Bactriana Oxiartes; además animó y sobornó a sus oficiales para que tomaran esposas persas. Poco después murió. Alejandro ordenó que las ciudades griegas le adoraran como a un dios. Aunque probablemente dio la orden por razones políticas, según su propia opinión y la de sus contemporáneos, se le consideraba de origen divino. Tras su muerte, la orden fue en gran parte anulada.
Para unificar sus conquistas, Alejandro fundó varias ciudades a lo largo de su marcha, muchas se llamaron Alejandría en honor a su persona; estas ciudades estaban bien situadas, bien pavimentadas y contaban con buenos suministros de agua. Eran autónomas pero sujetas a los edictos del rey. Los veteranos griegos de su Ejército al igual que soldados jóvenes, negociantes, comerciantes y eruditos se instalaron en ellas y se introdujo la cultura y la lengua griega. Así, Alejandro extendió ampliamente la influencia de la civilización griega y preparó el camino para los reinos del periodo helenístico y la posterior expansión de Roma. Ricardo I
Rey Inglés (1157-1199)
Ricardo I Corazón de León: Tercer hijo del rey Enrique II y de Leonor de Aquitania, nació en Oxford. Todavía era un niño cuando fue prometido en matrimonio a la hija del rey de Francia Luis VII. En el año 1172 recibió, como herencia de su madre, el ducado de Aquitania en Francia. Dedicó sus primeros años a combatir contra su padre, con el fin de proteger sus propios intereses; en esta contienda se reveló como un brillante militar. Se convirtió en rey de Inglaterra en 1189 y poco después partió con la tercera Cruzada hacia Tierra Santa. Le acompañó el joven monarca francés Felipe II Augusto, hijo de Luis VII, y el emperador Federico I Barbarroja, que falleció durante la expedición. Esta Cruzada resultó un fracaso casi desde su inicio, debido principalmente a la falta de armonía entre los dos soberanos. En Sicilia, Ricardo discutió con Felipe y se negó a casarse, tal como estaba previsto, con la hermana de éste. En vez de ello contrajo matrimonio con Berenguela de Navarra en Chipre, isla que había conquistado en 1191. En ese mismo año, tras capturar San Juan de Acre a los sarracenos, Ricardo ejecutó a 2.700 prisioneros de guerra musulmanes. Sin embargo, fue el valor personal de Ricardo exhibido en Tierra Santa, más que su crueldad, lo que convirtió su nombre en una leyenda. Las discusiones sobre la política a seguir en Tierra Santa originaron la ruptura entre los dos reyes, y Felipe regresó a Francia. Ricardo mantuvo durante meses una pugna irresoluta con Saladino, sultán de Egipto y Siria, antes de establecer una tregua por la cual Jerusalén quedaba en manos de éste. Capturado, camino de Inglaterra por Leopoldo V, duque de Austria, Ricardo fue entregado al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Enrique IV. Fue liberado en 1194 tras pagar un elevado rescate. Regresó a Inglaterra y sometió a su hermano Juan Sin Tierra (posterior rey de Inglaterra) que durante su ausencia había estado conspirando con Felipe para usurpar el trono inglés. Tras dejar el gobierno de Inglaterra en las manos del capaz Hubert Walter, arzobispo de Canterbury, Ricardo marchó a Francia en el año 1194 para combatir contra el monarca francés. Las campañas militares en defensa de sus posesiones en el continente se prolongaron durante cinco años. Victorioso en la mayoría de las batallas en que participó, recibió una herida mortal de flecha durante una escaramuza insignificante en 1199.
Como rey, Ricardo escogió ministros competentes a los que confió la mayor parte de los asuntos de gobierno. Sin embargo, Inglaterra sufrió bajo su reinado elevados impuestos, establecidos para financiar sus expediciones. En ocasiones cruel, en ocasiones magnánimo, y siempre valeroso, estaba versado en los ideales caballerescos de su tiempo; también fue poeta. Se convirtió en el héroe de muchos relatos legendarios.
Como rey, Ricardo escogió ministros competentes a los que confió la mayor parte de los asuntos de gobierno. Sin embargo, Inglaterra sufrió bajo su reinado elevados impuestos, establecidos para financiar sus expediciones. En ocasiones cruel, en ocasiones magnánimo, y siempre valeroso, estaba versado en los ideales caballerescos de su tiempo; también fue poeta. Se convirtió en el héroe de muchos relatos legendarios.
viernes, 18 de noviembre de 2011
Hernán Cortés
Conquistador Español (1485-1547)
Hernán Cortés: Nacido en Medellín (Badajoz), tuvo por padres a Martín Cortés y a Catalina Pizarro, emparentada ésta con la familia del mismo apellido, avecindada en Trujillo (Cáceres). Se dice que por algún tiempo fue estudiante en la Universidad de Salamanca. De hecho, Cortés se preciaba de su conocimiento del latín, los romances y la historia, lo que le permitió expresarse con soltura y atildado estilo en sus varios escritos y de modo particular en sus Cartas de relación. Liado en aventuras amorosas, interrumpió sus estudios, si bien poco después aprendió el oficio de escribano en Valladolid.
LLEGADA A AMÉRICA. A los 19 años, se embarcó con rumbo a Santo Domingo, en donde actuó como escribano en la villa de Azua. Acompañó a Diego Velázquez de Cuéllar en 1511 en la conquista de Cuba. Fue luego secretario del mismo y más tarde alcalde de Baracoa. A pesar de que tuvo dificultades con Diego Velázquez, al casarse en 1514 con Catalina Juárez Marcaida, logró que él fuera su padrino. Esta relación, así como el conocimiento de las capacidades de Cortés, propiciaron que, después de las dos expediciones a la tierra firme de lo que hoy es México, las capitaneadas por Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, confiara el gobernador Velázquez a Cortés la organización de una tercera expedición.
El gran interés que puso Cortés en la preparación de lo tocante a la Armada que iba a capitanear, despertó en Diego Velázquez sospecha de traición. Sin embargo, no pudo impedir que el 18 de febrero de 1519 zarpara llevando 11 navíos, más de 500 soldados, cerca de 100 marineros, 16 caballos, 14 cañones, 32 ballestas y 13 escopetas. Pocos días después llegó a la isla de Cozumel, de la que los indígenas se habían retirado. Entrando al fin en contacto con algunos, inquirió acerca de los náufragos españoles que sabía se hallaban cautivos en las tierras cercanas. Para sorpresa general, apareció entonces Jerónimo de Aguilar, que habría de convertirse en inapreciable colaborador de Cortés, gracias a su conocimiento de la lengua maya. A través de él se supo que el otro náufrago sobreviviente, Gonzalo Guerrero, no había querido salir al encuentro de los españoles.
Las embarcaciones de Cortés costearon luego los litorales de la península de Yucatán hasta el río de Tabasco, que se conoció ya como Grijalva. En el pueblo de Centla, en Tabasco, ocurrió el primer enfrentamiento bélico con los indios. Consumada la victoria de Cortés, los señores mayas agasajaron a los españoles haciéndoles entrega de veinte jóvenes mujeres entre las que estaba la célebre Malintzin o Malinche. Esta última fue entregada a Alonso Hernández Portocarrero.
Continuando la navegación, llegó Cortés a la región conocida como Chalchicueyecan ('el lugar de la diosa de la falda de jade'), en donde el Viernes Santo de 1519 hizo la fundación de la Villa Rica de la Veracruz. Cortés, decidido a romper toda relación de obediencia con Diego Velázquez, creó el cabildo de esa Villa Rica, el cual a su vez lo nombró capitán general y justicia mayor. Acerca de esto informaría él muy pronto al emperador Carlos V (Carlos I de España). De este modo, su única vinculación iba a ser ya con la monarquía.
Estableció luego Cortés contacto con indígenas totonacas en Zempoala. Recibió también una primera embajada del soberano azteca Moctezuma II con grandes presentes de joyas, oro, plumajes y varios atavíos. Según los testimonios indígenas que se conservan, Moctezuma, hondamente preocupado por las noticias que le llegaban de las costas del golfo de México, pensó que los recién venidos eran Quetzalcóatl y otros dioses que lo acompañaban. Nuevamente envió mensajeros que llevaron, entre otras cosas, dos grandes discos, uno de oro y otro de plata, artísticamente trabajados. Esos mensajeros regresaron a Tenochtitlán y refirieron a Moctezuma todo lo que habían visto. El señor de los aztecas (mexicas) se sumió entonces en profunda consternación.
Hernán Cortés dispuso una embajada que debía zarpar con rumbo a España. Se redactó entonces la que se conoce como Carta del Cabildo, fechada el 10 de julio de 1519. En ella se hacía saber a Carlos V que el dicho cabildo había nombrado a Cortés capitán general y justicia mayor. Dos semanas después, se embarcaron los enviados de Cortés, yendo como procuradores Alonso Hernández Portocarrero y Francisco de Montejo. Llevaron consigo presentes para el Emperador, entre ellos algunos códices indígenas. Poco después, Cortés ordenó el desmantelamiento de sus naves, y, a mediados de agosto de ese mismo año, emprendió su salida hacia el interior de México.
Dejando en la Villa Rica de la Veracruz al ayuntamiento que había fundado, salió con 400 peones, 15 jinetes, 6 piezas de artillería, así como varios centenares de indígenas que llevaban los alimentos y la impedimenta. Después de cruzar la sierra, se aproximó a la región tlaxcalteca. Valiéndose de un grupo otomí sometido a ellos, los tlaxcaltecas pusieron a prueba la fuerza militar de los españoles. Al ver cómo los otomíes eran fácilmente vencidos, quedaron persuadidos de que esos blancos barbudos eran mucho más poderosos. Decidieron entonces aliarse con ellos, con la esperanza de derrotar así a sus antiguos enemigos, los señores de Tenochtitlán. A finales de septiembre de 1519, los españoles entraron en la capital de los tlaxcaltecas, Ocotelulco, quedando desde entonces como aliados.
Cortés prosiguió su avance hacia la metrópoli de los aztecas. Según los cronistas españoles, al pasar por la gran ciudad de Cholula (ciudad sagrada de los aztecas, en la actualidad Cholula de Rivadabia), sometida entonces al poderío azteca, se descubrió una traición de sus habitantes dirigida a dar muerte a los españoles. Según las crónicas indígenas, la traición fue perpetrada en realidad por los mismos españoles y los aliados indígenas. El hecho es que allí tuvo lugar una matanza de indígenas por orden de Hernán Cortés.
CONQUISTA DE MÉXICO. El 8 de noviembre de 1519, después de atravesar los volcanes, Cortés y su gente hicieron su primera entrada en Tenochtitlán, llegando por la calzada de Iztapalapa que unía por el sur a la ciudad con la ribera del lago. Alojados en los palacios reales, pudieron percatarse de la grandeza y poderío de la ciudad. Moctezuma, que los recibió como huéspedes, pronto se convirtió en su prisionero. En mayo de 1520, llegó Pánfilo de Narváez a la región de Zempoala, enviado por el gobernador de Cuba para deponer y hacer preso a Cortés. Éste salió de Tenochtitlán para hacerle frente y derrotó a Narváez en Zempoala, lo cual le permitió acrecentar el número de sus hombres, ya que muchos de los que venían con Narváez se pasaron a sus filas. En tanto que Cortés había estado fuera, Pedro de Alvarado acometió súbitamente a los aztecas durante la gran fiesta de Tóxcatl, en honor de su dios Huitzilopochtli. Los textos indígenas que hablan de ese episodio son en verdad dramáticos.
Al regresar Cortés a la ciudad, y encontrarla muy agitada, consideró que lo mejor era salir de ella a ocultas. Fue entonces cuando perdió la vida Moctezuma. Según unos, al tratar de apaciguar a los aztecas, le lanzaron éstos varias pedradas, una de las cuales lo hirió en la cabeza; según otros, a mano de los españoles, que le dieron más de una cuchillada en el bajo vientre. La noche del 30 de junio de ese año, Cortés y sus hombres, con gran sigilo, abandonaron la ciudad. Los aztecas, que dieron la voz de alarma, los acometieron con furia. Los españoles perdieron entonces más de la mitad de sus hombres así como todos los tesoros de que se habían apoderado. Esta derrota se conoce con el nombre de la Noche Triste.
Los conquistadores marcharon en busca del auxilio de sus aliados tlaxcaltecas y no fue sino hasta casi un año después, es decir, el 30 de mayo de 1521, cuando dieron principio al asedio formal de la ciudad de Tenochtitlán. Para ello, Cortés concentró a más de 80.000 tlaxcaltecas y reforzó sus propias tropas con la llegada de otras varias expediciones a Veracruz. Desde finales de abril de ese mismo año, había botado al agua trece bergantines que jugaron un papel muy importante en el asedio de la isla, donde se erigía la ciudad que habría de pasar a ser conocida como México.
Las crónicas indígenas hablan de la elección del señor Cuitláhuac como sucesor de Moctezuma y de la epidemia de viruelas en la que murieron él y otros muchos. También describen con pormenor la nueva elección y actuaciones del joven príncipe Cuauhtémoc. Unos y otros, los cronistas españoles e indígenas, refieren luego lo que fueron el asedio y la resistencia indígena a lo largo de casi ochenta días de sitio. El 13 de agosto de 1521, cayó la ciudad de México-Tenochtitlán en manos de Hernán Cortés, quien aprisionó al joven Cuauhtémoc. Cortés se establece entonces en Coyoacán, en tanto que se procedía a la reconstrucción de la ciudad de México, concebida con nueva planta al modo renacentista. Su mujer, Catalina Juárez Marcaida, llegó procedente de Cuba y unos meses después falleció misteriosamente en Coyoacán. En agosto del mismo 1523, desembarcan los tres franciscanos flamencos, Pedro de Gante, Juan de Tecto y Juan de Ayora. Enterado Cortés de que Cristóbal de Olid, enviado suyo a la región de las Hibueras, se había rebelado, dispuso entonces una expedición para someterlo. Abandonó Cortés la ciudad de México en 1524, dejándola al cargo de varios oficiales reales, los cuales, además de reñir entre sí, cometieron numerosos atropellos. Cortés, tras una expedición llena de sinsabores e inútil, porque, al llegar a las Hibueras ya había muerto Cristóbal de Olid, regresó a la ciudad de México hacia mediados de 1526.
Casi simultáneamente, recibió una orden de Carlos V para que enviara una armada hacia las Molucas en auxilio de las que, zarpando desde España, habían llegado a esas islas. Coincidió todo esto con la venida del juez Luis Ponce de León para tomar juicio de residencia a Cortés. Muerto aquél poco tiempo después, se hizo cargo del juicio Marcos de Aguilar. Éste falleció asimismo en pocos días. Cortés, que tenía ya en construcción varias embarcaciones, despachó tres con rumbo a las Molucas y a las órdenes de Álvaro de Saavedra Cerón, su primo, para auxiliar a la armada de fray García Jofre de Loaisa. Esa armada zarpó de Zihuatanejo el 31 de octubre de 1528. Uno de los barcos de la misma llegó a las Molucas.
GOBIERNO DE CORTÉS. Entrado ya el año siguiente, y obedeciendo instrucciones de Carlos V, Cortés emprendió un viaje a España. Llegó al puerto de Palos de la Frontera (Huelva), y, tras pasar por Sevilla, Medellín (su localidad natal) y el monasterio de Guadalupe (Cáceres), se entrevistó con el Emperador en Toledo. Aunque no recobró el gobierno de Nueva España, obtuvo al menos el título de marqués del Valle de Oaxaca, así como 22 villas y 23.000 vasallos. Casado con Juana de Zúñiga, hija del conde de Aguilar, regresó a México hacia mediados de 1530.
Nueva España se encontraba entonces perturbada debido a los desmanes de Nuño Beltrán de Guzmán, que había sido nombrado presidente de la primera audiencia. Cortés tuvo que hacer frente a los miembros de dicha audiencia, que le impidieron la entrada a la capital. Hallándose en Texcoco, su madre, Catalina Pizarro, que había venido con él, terminó allí sus días. Un año después, se instaló una segunda audiencia, con Sebastián Ramírez de Fuenleal como presidente de la misma.
Con base en las capitulaciones que había celebrado durante su estancia en España, Cortés emprendió en 1532 una serie de expediciones en el mar del Sur (océano Pacífico). A mediados de ese año, envió dos naves al mando de Diego Hurtado de Mendoza, sin alcanzar resultado alguno. El propio Cortés dirigió personalmente en Tehuantepec la construcción de otras naves. Al año siguiente, zarparon otras dos embarcaciones desde el puerto de Santiago, en Colima. Una de ellas, al mando de Hernando de Grijalva, descubrió en 1533 algunas de las islas que componen el archipiélago que, muchos años más tarde, recibiría el nombre de Revillagigedo. La otra, al frente de la cual iba Diego Becerra, tras un motín a bordo, alcanzó a llegar al extremo sur de la Baja California, donde la mayor parte de los que iban a bordo perdieron la vida en un enfrentamiento con los indios.
ÚLTIMOS AÑOS. Porfiando con la fortuna, según la expresión de su mujer Juana de Zúñiga, Cortés emprendió en 1535 una tercera expedición yendo personalmente al frente de ella. Fundó entonces una pequeña colonia en la bahía de la Paz, que designó como de la Santa Cruz. Más de un año después, regresó a México sin haber alcanzado cosa alguna en esa tierra que más tarde se llamó California. Incansable, envió luego dos naves con rumbo al Perú para auxiliar a Francisco Pizarro, quien se encontraba sitiado en Lima. En 1537, dio principio a una ruta de comercio marítimo, desde el puerto de Huatulco hasta Panamá y el Perú. En 1539, despachó su cuarta expedición al mar del Sur. Encomendó esta empresa al capitán Francisco de Ulloa, que penetró hasta la desembocadura del río Colorado y, regresando hasta el extremo sur de la península, remontó por el Pacífico hasta más allá de la isla de Cedros. Como muestra la cartografía universal que se producía entonces, gracias a las expediciones de Hernán Cortés comenzó a conocerse mejor el perfil geográfico de los litorales del Pacífico norte.
Para hacer defensa de sus derechos, Cortés emprendió un nuevo viaje a España. Entre otras cosas dirigió allí un memorial a Carlos V quejándose de los agravios que, en su opinión, había recibido del primer virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza. En 1541, participó en la fracasada expedición a Argel. Los restantes años de su vida, que transcurrieron todos en España, fueron para Cortés un tiempo difícil en el que se vio envuelto en una serie de litigios y agobiado por el nunca terminado juicio de residencia.
Con intención de regresar a México, llegó a Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, donde dictó su testamento. El 2 de diciembre de 1547 murió a la edad de 62 años. Le sobrevivieron su mujer, sus hijos Martín y Luis; así como el otro Martín que había tenido con Malinche, y María, Catalina y Juana, nacidas de su esposa, además de otros tenidos también fuera de matrimonio, como aquella Leonor nacida de Isabel de Moctezuma.El primer entierro de Cortés fue en la iglesia de San Isidoro del Campo, en Sevilla. Años después, sus restos fueron trasladados a Nueva España y enterrados en la iglesia adjunta al convento de San Francisco, en Texcoco. De allí pasaron a la capilla mayor del convento de San Francisco, en la ciudad de México. Su último reposo lo alcanzó en la iglesia de Jesús Nazareno, contigua al hospital de Jesús fundado por él. En la actualidad, se conservan en una urna colocada en un nicho en el muro del costado del Evangelio. Numerosas son las biografías que se han escrito acerca del conquistador de México. Algunos lo han considerado un villano y otros un héroe. La historiografía moderna ha logrado una imagen más equilibrada de este personaje ciertamente extraordinario.
LLEGADA A AMÉRICA. A los 19 años, se embarcó con rumbo a Santo Domingo, en donde actuó como escribano en la villa de Azua. Acompañó a Diego Velázquez de Cuéllar en 1511 en la conquista de Cuba. Fue luego secretario del mismo y más tarde alcalde de Baracoa. A pesar de que tuvo dificultades con Diego Velázquez, al casarse en 1514 con Catalina Juárez Marcaida, logró que él fuera su padrino. Esta relación, así como el conocimiento de las capacidades de Cortés, propiciaron que, después de las dos expediciones a la tierra firme de lo que hoy es México, las capitaneadas por Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, confiara el gobernador Velázquez a Cortés la organización de una tercera expedición.
El gran interés que puso Cortés en la preparación de lo tocante a la Armada que iba a capitanear, despertó en Diego Velázquez sospecha de traición. Sin embargo, no pudo impedir que el 18 de febrero de 1519 zarpara llevando 11 navíos, más de 500 soldados, cerca de 100 marineros, 16 caballos, 14 cañones, 32 ballestas y 13 escopetas. Pocos días después llegó a la isla de Cozumel, de la que los indígenas se habían retirado. Entrando al fin en contacto con algunos, inquirió acerca de los náufragos españoles que sabía se hallaban cautivos en las tierras cercanas. Para sorpresa general, apareció entonces Jerónimo de Aguilar, que habría de convertirse en inapreciable colaborador de Cortés, gracias a su conocimiento de la lengua maya. A través de él se supo que el otro náufrago sobreviviente, Gonzalo Guerrero, no había querido salir al encuentro de los españoles.
Las embarcaciones de Cortés costearon luego los litorales de la península de Yucatán hasta el río de Tabasco, que se conoció ya como Grijalva. En el pueblo de Centla, en Tabasco, ocurrió el primer enfrentamiento bélico con los indios. Consumada la victoria de Cortés, los señores mayas agasajaron a los españoles haciéndoles entrega de veinte jóvenes mujeres entre las que estaba la célebre Malintzin o Malinche. Esta última fue entregada a Alonso Hernández Portocarrero.
Continuando la navegación, llegó Cortés a la región conocida como Chalchicueyecan ('el lugar de la diosa de la falda de jade'), en donde el Viernes Santo de 1519 hizo la fundación de la Villa Rica de la Veracruz. Cortés, decidido a romper toda relación de obediencia con Diego Velázquez, creó el cabildo de esa Villa Rica, el cual a su vez lo nombró capitán general y justicia mayor. Acerca de esto informaría él muy pronto al emperador Carlos V (Carlos I de España). De este modo, su única vinculación iba a ser ya con la monarquía.
Estableció luego Cortés contacto con indígenas totonacas en Zempoala. Recibió también una primera embajada del soberano azteca Moctezuma II con grandes presentes de joyas, oro, plumajes y varios atavíos. Según los testimonios indígenas que se conservan, Moctezuma, hondamente preocupado por las noticias que le llegaban de las costas del golfo de México, pensó que los recién venidos eran Quetzalcóatl y otros dioses que lo acompañaban. Nuevamente envió mensajeros que llevaron, entre otras cosas, dos grandes discos, uno de oro y otro de plata, artísticamente trabajados. Esos mensajeros regresaron a Tenochtitlán y refirieron a Moctezuma todo lo que habían visto. El señor de los aztecas (mexicas) se sumió entonces en profunda consternación.
Hernán Cortés dispuso una embajada que debía zarpar con rumbo a España. Se redactó entonces la que se conoce como Carta del Cabildo, fechada el 10 de julio de 1519. En ella se hacía saber a Carlos V que el dicho cabildo había nombrado a Cortés capitán general y justicia mayor. Dos semanas después, se embarcaron los enviados de Cortés, yendo como procuradores Alonso Hernández Portocarrero y Francisco de Montejo. Llevaron consigo presentes para el Emperador, entre ellos algunos códices indígenas. Poco después, Cortés ordenó el desmantelamiento de sus naves, y, a mediados de agosto de ese mismo año, emprendió su salida hacia el interior de México.
Dejando en la Villa Rica de la Veracruz al ayuntamiento que había fundado, salió con 400 peones, 15 jinetes, 6 piezas de artillería, así como varios centenares de indígenas que llevaban los alimentos y la impedimenta. Después de cruzar la sierra, se aproximó a la región tlaxcalteca. Valiéndose de un grupo otomí sometido a ellos, los tlaxcaltecas pusieron a prueba la fuerza militar de los españoles. Al ver cómo los otomíes eran fácilmente vencidos, quedaron persuadidos de que esos blancos barbudos eran mucho más poderosos. Decidieron entonces aliarse con ellos, con la esperanza de derrotar así a sus antiguos enemigos, los señores de Tenochtitlán. A finales de septiembre de 1519, los españoles entraron en la capital de los tlaxcaltecas, Ocotelulco, quedando desde entonces como aliados.
Cortés prosiguió su avance hacia la metrópoli de los aztecas. Según los cronistas españoles, al pasar por la gran ciudad de Cholula (ciudad sagrada de los aztecas, en la actualidad Cholula de Rivadabia), sometida entonces al poderío azteca, se descubrió una traición de sus habitantes dirigida a dar muerte a los españoles. Según las crónicas indígenas, la traición fue perpetrada en realidad por los mismos españoles y los aliados indígenas. El hecho es que allí tuvo lugar una matanza de indígenas por orden de Hernán Cortés.
CONQUISTA DE MÉXICO. El 8 de noviembre de 1519, después de atravesar los volcanes, Cortés y su gente hicieron su primera entrada en Tenochtitlán, llegando por la calzada de Iztapalapa que unía por el sur a la ciudad con la ribera del lago. Alojados en los palacios reales, pudieron percatarse de la grandeza y poderío de la ciudad. Moctezuma, que los recibió como huéspedes, pronto se convirtió en su prisionero. En mayo de 1520, llegó Pánfilo de Narváez a la región de Zempoala, enviado por el gobernador de Cuba para deponer y hacer preso a Cortés. Éste salió de Tenochtitlán para hacerle frente y derrotó a Narváez en Zempoala, lo cual le permitió acrecentar el número de sus hombres, ya que muchos de los que venían con Narváez se pasaron a sus filas. En tanto que Cortés había estado fuera, Pedro de Alvarado acometió súbitamente a los aztecas durante la gran fiesta de Tóxcatl, en honor de su dios Huitzilopochtli. Los textos indígenas que hablan de ese episodio son en verdad dramáticos.
Al regresar Cortés a la ciudad, y encontrarla muy agitada, consideró que lo mejor era salir de ella a ocultas. Fue entonces cuando perdió la vida Moctezuma. Según unos, al tratar de apaciguar a los aztecas, le lanzaron éstos varias pedradas, una de las cuales lo hirió en la cabeza; según otros, a mano de los españoles, que le dieron más de una cuchillada en el bajo vientre. La noche del 30 de junio de ese año, Cortés y sus hombres, con gran sigilo, abandonaron la ciudad. Los aztecas, que dieron la voz de alarma, los acometieron con furia. Los españoles perdieron entonces más de la mitad de sus hombres así como todos los tesoros de que se habían apoderado. Esta derrota se conoce con el nombre de la Noche Triste.
Los conquistadores marcharon en busca del auxilio de sus aliados tlaxcaltecas y no fue sino hasta casi un año después, es decir, el 30 de mayo de 1521, cuando dieron principio al asedio formal de la ciudad de Tenochtitlán. Para ello, Cortés concentró a más de 80.000 tlaxcaltecas y reforzó sus propias tropas con la llegada de otras varias expediciones a Veracruz. Desde finales de abril de ese mismo año, había botado al agua trece bergantines que jugaron un papel muy importante en el asedio de la isla, donde se erigía la ciudad que habría de pasar a ser conocida como México.
Las crónicas indígenas hablan de la elección del señor Cuitláhuac como sucesor de Moctezuma y de la epidemia de viruelas en la que murieron él y otros muchos. También describen con pormenor la nueva elección y actuaciones del joven príncipe Cuauhtémoc. Unos y otros, los cronistas españoles e indígenas, refieren luego lo que fueron el asedio y la resistencia indígena a lo largo de casi ochenta días de sitio. El 13 de agosto de 1521, cayó la ciudad de México-Tenochtitlán en manos de Hernán Cortés, quien aprisionó al joven Cuauhtémoc. Cortés se establece entonces en Coyoacán, en tanto que se procedía a la reconstrucción de la ciudad de México, concebida con nueva planta al modo renacentista. Su mujer, Catalina Juárez Marcaida, llegó procedente de Cuba y unos meses después falleció misteriosamente en Coyoacán. En agosto del mismo 1523, desembarcan los tres franciscanos flamencos, Pedro de Gante, Juan de Tecto y Juan de Ayora. Enterado Cortés de que Cristóbal de Olid, enviado suyo a la región de las Hibueras, se había rebelado, dispuso entonces una expedición para someterlo. Abandonó Cortés la ciudad de México en 1524, dejándola al cargo de varios oficiales reales, los cuales, además de reñir entre sí, cometieron numerosos atropellos. Cortés, tras una expedición llena de sinsabores e inútil, porque, al llegar a las Hibueras ya había muerto Cristóbal de Olid, regresó a la ciudad de México hacia mediados de 1526.
Casi simultáneamente, recibió una orden de Carlos V para que enviara una armada hacia las Molucas en auxilio de las que, zarpando desde España, habían llegado a esas islas. Coincidió todo esto con la venida del juez Luis Ponce de León para tomar juicio de residencia a Cortés. Muerto aquél poco tiempo después, se hizo cargo del juicio Marcos de Aguilar. Éste falleció asimismo en pocos días. Cortés, que tenía ya en construcción varias embarcaciones, despachó tres con rumbo a las Molucas y a las órdenes de Álvaro de Saavedra Cerón, su primo, para auxiliar a la armada de fray García Jofre de Loaisa. Esa armada zarpó de Zihuatanejo el 31 de octubre de 1528. Uno de los barcos de la misma llegó a las Molucas.
GOBIERNO DE CORTÉS. Entrado ya el año siguiente, y obedeciendo instrucciones de Carlos V, Cortés emprendió un viaje a España. Llegó al puerto de Palos de la Frontera (Huelva), y, tras pasar por Sevilla, Medellín (su localidad natal) y el monasterio de Guadalupe (Cáceres), se entrevistó con el Emperador en Toledo. Aunque no recobró el gobierno de Nueva España, obtuvo al menos el título de marqués del Valle de Oaxaca, así como 22 villas y 23.000 vasallos. Casado con Juana de Zúñiga, hija del conde de Aguilar, regresó a México hacia mediados de 1530.
Nueva España se encontraba entonces perturbada debido a los desmanes de Nuño Beltrán de Guzmán, que había sido nombrado presidente de la primera audiencia. Cortés tuvo que hacer frente a los miembros de dicha audiencia, que le impidieron la entrada a la capital. Hallándose en Texcoco, su madre, Catalina Pizarro, que había venido con él, terminó allí sus días. Un año después, se instaló una segunda audiencia, con Sebastián Ramírez de Fuenleal como presidente de la misma.
Con base en las capitulaciones que había celebrado durante su estancia en España, Cortés emprendió en 1532 una serie de expediciones en el mar del Sur (océano Pacífico). A mediados de ese año, envió dos naves al mando de Diego Hurtado de Mendoza, sin alcanzar resultado alguno. El propio Cortés dirigió personalmente en Tehuantepec la construcción de otras naves. Al año siguiente, zarparon otras dos embarcaciones desde el puerto de Santiago, en Colima. Una de ellas, al mando de Hernando de Grijalva, descubrió en 1533 algunas de las islas que componen el archipiélago que, muchos años más tarde, recibiría el nombre de Revillagigedo. La otra, al frente de la cual iba Diego Becerra, tras un motín a bordo, alcanzó a llegar al extremo sur de la Baja California, donde la mayor parte de los que iban a bordo perdieron la vida en un enfrentamiento con los indios.
ÚLTIMOS AÑOS. Porfiando con la fortuna, según la expresión de su mujer Juana de Zúñiga, Cortés emprendió en 1535 una tercera expedición yendo personalmente al frente de ella. Fundó entonces una pequeña colonia en la bahía de la Paz, que designó como de la Santa Cruz. Más de un año después, regresó a México sin haber alcanzado cosa alguna en esa tierra que más tarde se llamó California. Incansable, envió luego dos naves con rumbo al Perú para auxiliar a Francisco Pizarro, quien se encontraba sitiado en Lima. En 1537, dio principio a una ruta de comercio marítimo, desde el puerto de Huatulco hasta Panamá y el Perú. En 1539, despachó su cuarta expedición al mar del Sur. Encomendó esta empresa al capitán Francisco de Ulloa, que penetró hasta la desembocadura del río Colorado y, regresando hasta el extremo sur de la península, remontó por el Pacífico hasta más allá de la isla de Cedros. Como muestra la cartografía universal que se producía entonces, gracias a las expediciones de Hernán Cortés comenzó a conocerse mejor el perfil geográfico de los litorales del Pacífico norte.
Para hacer defensa de sus derechos, Cortés emprendió un nuevo viaje a España. Entre otras cosas dirigió allí un memorial a Carlos V quejándose de los agravios que, en su opinión, había recibido del primer virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza. En 1541, participó en la fracasada expedición a Argel. Los restantes años de su vida, que transcurrieron todos en España, fueron para Cortés un tiempo difícil en el que se vio envuelto en una serie de litigios y agobiado por el nunca terminado juicio de residencia.
Con intención de regresar a México, llegó a Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, donde dictó su testamento. El 2 de diciembre de 1547 murió a la edad de 62 años. Le sobrevivieron su mujer, sus hijos Martín y Luis; así como el otro Martín que había tenido con Malinche, y María, Catalina y Juana, nacidas de su esposa, además de otros tenidos también fuera de matrimonio, como aquella Leonor nacida de Isabel de Moctezuma.El primer entierro de Cortés fue en la iglesia de San Isidoro del Campo, en Sevilla. Años después, sus restos fueron trasladados a Nueva España y enterrados en la iglesia adjunta al convento de San Francisco, en Texcoco. De allí pasaron a la capilla mayor del convento de San Francisco, en la ciudad de México. Su último reposo lo alcanzó en la iglesia de Jesús Nazareno, contigua al hospital de Jesús fundado por él. En la actualidad, se conservan en una urna colocada en un nicho en el muro del costado del Evangelio. Numerosas son las biografías que se han escrito acerca del conquistador de México. Algunos lo han considerado un villano y otros un héroe. La historiografía moderna ha logrado una imagen más equilibrada de este personaje ciertamente extraordinario.
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